lunes, abril 19, 2010

Raúl Arias Lovillo: El legado de Carlo Antonio Castro

El legado de Carlo Antonio Castro

Raúl Arias Lovillo

Carlo Antonio Castro es una figura notable de la Universidad Veracruzana (UV). Con su reciente y sentida partida, el pasado 13 de abril, queda un vacío insustituible en todos los ámbitos en los que incursionó destacadamente. Desde su vocación antropológica hizo docencia, investigación y luchó toda su vida por la revaloración de los pueblos y las lenguas indígenas. Con su talento y su compromiso irreductible, no cejó en la búsqueda de condiciones más justas para las mujeres y por el respeto a la identidad de todos los pueblos.

Carlo Antonio Castro fue un creador

En más de una ocasión y de diversas maneras hemos reconocido y agradecido la gran aportación intelectual y estética que ha hecho Carlo Antonio Castro a la UV. Acaso una de las formas que mejor resume nuestra gratitud por su trayectoria y su obra fueron el doctorado Honoris Causa en 2004, así como la medalla al Mérito Universitario en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2007, que la Universidad Veracruzana le otorgó.

En aquel momento, el entonces rector de la UV, Víctor Arredondo Álvarez, dijo en su discurso: “En su reconocimiento de las lenguas y tradiciones de los pueblos indígenas, del profundo conocimiento del otro, Carlo Antonio Castro estableció un diálogo que enseña que el diálogo y los acuerdos entre las comunidades son lo más importante para preservar la convivencia y hacer renacer la esperanza que reclaman las sociedades en tiempos de incertidumbre y barbarie”.

Y agregó: “La pasión y sabiduría con que el galardonado permaneció ligado a la Universidad Veracruzana alimentó su formación multidisciplinar, al punto de rebasar las humanidades y las artes en su prolífica producción editorial y su actividad docente y de investigación”.

Es cierto, en Carlo Antonio confluyeron a un tiempo e independientemente del género en el que incursionó, el rasgo del maestro, del investigador, del creador, del ensayista, y, en otros terrenos, su vocaciones profesionales como etnólogo, lingüista, antropólogo social, narrador y, más aún, recopilador de los testimonios y de la literatura oral de nuestros pueblos. Creo que pocos antropólogos creadores han podido darse este verdadero privilegio de levantar una obra fundada en tantas perspectivas intelectuales y examinada y estudiada desde tantas aristas.

Siempre he sostenido que la deuda moral que tenemos con las generaciones precedentes de universitarios que con su talento y su esfuerzo nos dejaron ese gran legado que hoy en día sostienen a la Universidad Veracruzana, es impagable. Nos sería imposible cubrir sus aportaciones éticas, científicas y culturales. Pero recordarlos, reconocerlos siempre, es una forma de tenerlos con nosotros y alimentarnos de su sabiduría y de su carácter indomable.

Es verdad, además, que cuando se honra la memoria de alguien, quien lo hace se compromete. No es sólo honrar para honrarnos. Es honrar para tomar el ejemplo y aplicarlo en nuestras vidas.

Eso quiero decir de Carlo Antonio. Creo firmemente que por eso debemos valorar el legado de quien no sólo fue una gran intelectual sino que también fue un ser humano íntegro y generoso.

Tengo para mí que todo auténtico creador termina por construir un mundo único e irrepetible, propio y cercano, íntimo e identificable con él y con nadie más que con él. A lo largo de su obra –breve o extensa–, el lector va encontrando una serie de constantes, de lazos, de vasos comunicantes, de diálogos secretos o abiertos entre uno y otro texto. Va encontrando, asimismo, una serie de obsesiones, inclinaciones, filias y hasta fobias. Va encontrando, en fin, un mundo que se va delineando clara y nítidamente por sí solo, a veces —incluso— a pesar de la plena conciencia y los objetivos definidos del propio autor.

Creo que buena parte de eso puede retomarse en el momento de hablar de Carlo Antonio Castro y del conjunto de su obra. Ya he señalado —y todos los sabemos— la gran diversidad de inquietudes y búsquedas que singularizan su labor creadora. Lo interesante y lo rico en este caso es la manera como Carlo Antonio supo moldear, dar curso y, sobre todo, interrelacionar todo ese vasto y variado mundo que le obsequió.

Carlo Antonio Castro, el universitario

En 1958 el autor de Los hombres verdaderos ingresó a esta casa de estudios como catedrático. A invitación expresa del entonces rector de esta universidad, el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán, Castro se incorporó a la planta docente de la Escuela de Antropología para impartir cursos estrechamente relacionados con dos de sus especialidades y dos de sus grandes pasiones: la etnología y la lingüística. Desde ese lejano 1958 formó a incontables generaciones de estudiosos sociales a través de innumerables cursos de antropología económica, historia de la lengua castellana, pedagogía social y filosofía del lenguaje.

Pero la labor de Carlo Antonio no se limitó a la docencia. Fue, además, y de manera destacada, investigador, traductor y creador en el más amplio y profundo sentido de la palabra. También en este terreno hizo extraordinarias aportaciones a nuestra cultura literaria. Formó parte de esa excepcional generación de hombres de letras que dio vida a nuestra Editorial y a nuestra revista emblemática: La Palabra y el Hombre.

Por lo que hace a su aportación en el terreno editorial, Sergio Galindo nos dejó el siguiente testimonio: “Estos recientes éxitos son el producto de la continuidad de una tarea que […] se debe a la perseverancia de un grupo en el que Carlo Antonio Castro ocupa un prominente sitio”. Por lo que hace a La Palabra y el Hombre, cualquiera que se dé a la tarea de revisar sus páginas encontrará, a lo largo de todas sus épocas, importantes colaboraciones de este multifacético autor: un ensayo, una traducción, un testimonio, un poema, una historia de vida, una reseña...

El resultado de todos esos años de entrega a la docencia y a la creación constituye una bibliografía verdaderamente impresionante en los campos de la lingüística, la etnografía, la etnología, la literatura, la traducción y la difusión científica.

Narraciones tzeltales de Chiapas, Enero y febrero: ¡Ahijadero!, El banquete de los compadres en la Sierra Norte de Puebla e Íntima fauna (con prólogo de Ermilo Abreu Gómez) son, por sólo mencionar tres, algunos de los títulos de Carlo Antonio. Asimismo, la vigencia de su labor creadora queda de manifiesto en el hecho de que su novela Los hombres verdaderos ha sido reeditada e incorporada a nuestra Serie Conmemorativa Sergio Galindo, y de que su traducción de España 1937 de Lini M. De Vries está en circulación bajo nuestro sello editorial.

Como universitarios, lamentamos la irreparable pérdida de ese gran hombre que fue Carlo Antonio Castro. Sigamos su ejemplo para que siga vivo en nuestra memoria y en nuestros corazones.

No hay comentarios.: